lunes, 11 de enero de 2016

Las conductas adictivas y otras dependencias

Las conductas adictivas merecen ser comprendidas, son un hábito que domina la voluntad de las personas. Son dependencias a sustancias, actividades o relaciones, controlan los pensamientos y los comportamientos, se les otorga todo el poder de decisión, “hacen lo que quieren con nosotros”.

Existen conductas adictivas de muy diversa índole, a sustancias tóxicas que provocan drogodependencias y alcoholismo... casos donde apenas se duda de la necesidad del proceso terapéutico para poder superarlos pero, ¿qué pasa cuando las personas son adictas a su propia imagen, (tomando el sol de manera compulsiva, sin nutrirse adecuadamente, comprando sin freno....) o son adictos al deporte, al éxito empresarial, al poder económico y social? ¿Y las adicciones a las nuevas tecnologías...los videojuegos, internet, las redes sociales, etc? ¿ Y la adicción a la comida, bulimias, anorexias, etc...? ¿Qué pasa con estos casos?

Las conductas adictivas merecen ser comprendidas porque no sólo destruyen el organismo, SOBRETODO destruyen la identidad de la persona, destrozan sus relaciones familiares, sociales, laborales, sus intereses personales...Las personas que están presas de un modelo adictivo (el que sea), no saben hacer otra cosa para llenar su vacío existencial.

Las conductas adictivas merecen ser comprendidas, porque todos tenemos la responsabilidad de trabajar nuestras carencias, esos agujeros que tenemos en el alma y que nos pasamos la vida llenando con objetos, experiencias, sustancias, sensaciones...vivimos en una sociedad donde no se tolera la “falta”, el “vacío”, el “dolor”, apenas toleramos un poco de “frustración”. Vivimos buscando el “placer inmediato”, renunciamos al tiempo para pensar, para compartir, para mirarnos mejor los unos a los otros.

Las conductas adictivas merecen ser comprendidas, porque en estas huidas hacia adelante se nos van todos los sentimientos que no nombramos, todo el dolor y la angustia que no sabemos identificar, la desconexión, la calma, y aplazamos la tarea de trabajar con nosotros.

Las conductas adictivas merecen ser comprendidas porque se alimentan de nuestra cobardía, de nuestro miedo a contar lo que nos pasa, a la soledad, porque vivimos tan preocupados con llenar nuestro vacío existencial, que apenas nos damos cuenta de las necesidades ajenas.

Hagamos un lugar en nuestro corazón para la luz del bienestar y la paz interior. Es el momento de aportar claridad, apoyo y cariño en nuestro entorno. Empecemos a relacionarnos buscando el interés mutuo. Estemos atentos a lo que nos piden los demás y pensemos; ¿que es lo mejor qué tengo para ofrecer? Empecemos a superar los modelos adictivos que potenciamos en esta sociedad.

Las conductas adictivas merecen ser comprendidas. Y todos y cada uno de nosotros también.

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