Las
conductas adictivas merecen ser comprendidas, son un hábito que
domina la voluntad de las personas. Son dependencias a sustancias,
actividades o relaciones, controlan los pensamientos y los
comportamientos, se les otorga todo el poder de decisión, “hacen
lo que quieren con nosotros”.
Existen
conductas adictivas de muy diversa índole, a sustancias tóxicas que
provocan drogodependencias y alcoholismo... casos donde apenas se
duda de la necesidad del proceso terapéutico para poder superarlos
pero, ¿qué pasa cuando las personas son adictas a su propia imagen,
(tomando el sol de manera compulsiva, sin nutrirse adecuadamente,
comprando sin freno....) o son adictos al deporte, al éxito
empresarial, al poder económico y social? ¿Y las adicciones a las
nuevas tecnologías...los videojuegos, internet, las redes sociales,
etc? ¿ Y la adicción a la comida, bulimias, anorexias, etc...? ¿Qué
pasa con estos casos?
Las
conductas adictivas merecen ser comprendidas porque no sólo
destruyen el organismo, SOBRETODO destruyen la identidad de la
persona, destrozan sus relaciones familiares, sociales, laborales,
sus intereses personales...Las personas que están presas de un
modelo adictivo (el que sea), no saben hacer otra cosa para llenar su
vacío existencial.
Las
conductas adictivas merecen ser comprendidas, porque
todos tenemos la responsabilidad de trabajar nuestras
carencias, esos agujeros que tenemos en el alma y que nos pasamos la
vida llenando con objetos, experiencias, sustancias,
sensaciones...vivimos en una sociedad donde no se tolera la “falta”,
el “vacío”, el “dolor”, apenas toleramos un poco de
“frustración”. Vivimos buscando el “placer inmediato”,
renunciamos al tiempo para pensar, para compartir, para mirarnos
mejor los unos a los otros.
Las
conductas adictivas merecen ser comprendidas, porque en estas
huidas hacia adelante se nos van todos los sentimientos que no
nombramos, todo el dolor y la angustia que no sabemos identificar, la
desconexión, la calma, y aplazamos la tarea de trabajar con nosotros.
Las
conductas adictivas merecen ser comprendidas porque se alimentan
de nuestra cobardía, de nuestro miedo a contar lo que nos pasa, a la
soledad, porque vivimos tan preocupados con llenar nuestro vacío
existencial, que apenas nos damos cuenta de las necesidades ajenas.
Hagamos
un lugar en nuestro corazón para la luz del
bienestar y la paz interior. Es el momento de aportar claridad, apoyo y cariño en nuestro entorno. Empecemos a relacionarnos buscando el
interés mutuo. Estemos atentos a lo que nos piden los demás y
pensemos; ¿que es lo mejor qué tengo para ofrecer? Empecemos a superar los modelos adictivos que potenciamos en esta sociedad.
Las conductas adictivas merecen ser comprendidas. Y todos y cada uno de nosotros también.
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